La siguiente parada después de Haridwar fué Varanasi. Es una de las ciudades mas antiguas del mundo, y es una auténtica delicia perderte en las callejuelas retorcidas del centro, y desembocar en los gats a orillas del eterno Ganges.
En los callejones, después de esquivar motos, perros y vacas, y con un ojo en las alturas, por si los monos hacen de las suyas, te sigues encontrando con el alma de la India, sus gentes, esos ojos penetrantes y esas sonrisas francas.
Pero lo que mas me impresionó de Varanasi es su pequeña ciudad de los muertos. Los hinduístas creen que si eres incinerado en las orillas del Ganges aqui , acaba tu ciclo de reencarnaciones , el Samsara, y por ello las piras y el humo son una imagen eterna.
En el gat puedes ver a los vendedores de leña, cortando incansablemente los troncos de madera que alimentarán las piras de los difuntos, los cuales son sumergidos en el rio, y después depositados en la hoguera que quemará su cuerpo, ya libre de su alma, y alimentado por el fuego eterno de Shiva, una pequeña hoguera que jamás ha dejado de arder desde antaño, alimentado por una familia que sustenta el honor de mantenerlo siempre vivo.
Quizá , al leer estas palabras, pienses que es un espectáculo truculento, pero no es asi. El ambiente en el gat es de normalidad, de vida común; al fin y al cabo, la muerte nos acompaña en vida, y no es sólo mas que un paso mas en ella. Lo familiares se despiden de los suyos con respeto, y le dejan en manos del Brhamán, y de los dioses, las vacas y los perros, los últimos acompañantes que viven en las orillas de la diosa .
Estuve observando todo esto desde la orilla, y viví un momento muy especial cuando un joven hindú apareció por la explanada, se descalzó, se acercó al río, bebió agua, agradeció a la diosa, y abrazó a las vacas y rodó por el suelo jugando con los perros, hablando con ellos, sonriendo sin parar…. realmente me ha marcado, había tanta felicidad, simpleza, amor y paz en sus actos que rompí a llorar, y esa noche caí enferma, no sé si por el mal del viajero, quiero creer por vivir tan intensamente la experiencia de la ciudad de los muertos.
Un joven de la ciudad nos llevó por los pasillos de la ciudad donde el calor te abraza, nos marcó la frente con las cenizas de Shiva, y nos llevó hasta una mujer que ayudaba a los que no tenían nada, la cual nos dió su bendición.
Ya caía la noche, y a la luz de la luna nos descalzamos , entramos en un pequeño templo de la diosa Ganga, impregnado del aroma de las flores depositadas a sus pies, y mi pequeño Julián me roció con el agua del rio entre sus manos , y alli solté el puñadito de cenizas de mi pequeño Fox, en ese lugar mágico, especial, que quedará grabado en mi corazón y mi alma en esta vida, y muchas mas…..